El 13 de julio de 2025, Ecuador registró una producción estremecedora: apenas se procesaron 30 807 barriles de crudo en sus tres refinerías, equivalente a un uso del 17,6 % de la capacidad instalada. La producción de diésel se desplomó un 70 %, la de gasolina cayó un 100 % y la de GLP bajó un 88,7 %. El cierre de Esmeraldas tras un incendio y la interrupción de oleoductos profundizaron la crisis. El impacto abarca abastecimiento interno, gasto estatal e incertidumbre en el sector energético.
Fecha:Monday 21 Jul de 2025
Gestor:ESCUELA ESGEP
El 13 de julio, solo se procesaron 30 807 barriles diarios en las tres refinerías del país —La Libertad (18 646), Shushufindi (12 161) y Esmeraldas—, frente a una capacidad instalada de 175 000 barriles diarios, lo que representa apenas un uso del 17,6 %. Este escenario revela una inactividad extrema que pone en riesgo el abastecimiento nacional de derivados.
La paralización de Esmeraldas, tras un incendio el 26 de mayo, fue un golpe contundente a la capacidad de refinación. Esa planta aportaba la base para la producción de nafta pesada, esencial para fabricar gasolina extra y Ecopaís, cuya caída fue total en ese periodo.
Además, la erosión del río Coca interrumpió el flujo de crudo por los principales oleoductos (OCP y SOTE), reduciendo el suministro a las plantas, incluso a las activas. Sin volumen suficiente, incluso las refinerías operativas quedaron subexplotadas, reflejando un problema de logística grave.
El diésel sufrió la mayor reducción entre los productos analizados: bajó de 21 932 a 6 529 barriles diarios, una caída del 70 %. Esta disminución limita seriamente el transporte de carga, movilidad urbana e industria, sectores vitales para la economía ecuatoriana.
La producción de nafta pesada, insumo base para los tipos de gasolina comercial, cayó un 100 %: el nivel pasó de 5 976 barriles a cero. Las refinerías restantes no contaron con capacidad para reemplazarlo, dejándolo completamente fuera de servicio.
El GLP o gas doméstico no escapó a la caída, con una reducción del 88,7 %, pasando de 491,4 toneladas a 55,3 toneladas diarias. Aunque su demanda doméstica y comercial es menor que la del diésel y gasolina, su baja disponibilidad afecta directamente a millones de usuarios de cocinas, transporte ligero y pequeñas industrias.
El incendio en la refinería Esmeraldas no solo detuvo sus tanques, sino que paralizó toda la cadena de producción de naftas. Desde el 26 de mayo, la planta no procesó crudo: las tareas de reparación avanzaban lentamente y no tenían fecha exacta de reinicio.
La erosión regresiva del río Coca dañó infraestructuras del SOTE y OCP, obligando a suspender el transporte de crudo. Este factor añadió una dimensión crítica: sin crudo, no importa cuánto esté operativa una refinería, no puede producir derivados.
Las consecuencias se combinaron y amplificaron. Las refinerías activas no recibieron crudo suficiente, y la paralización de Esmeraldas sumó miles de barriles de capacidad inutilizada. El resultado ha sido un colapso parcial del sistema nacional de refinación.
Frente al escenario, Petroecuador aseguró que cuenta con inventario estratégico suficiente para abastecer el país por entre 4 y 65 días según el producto, lo que brindó un respiro momentáneo.
Aunque esta reserva evita desabastecimiento inmediato, la producción actual es tan baja que las existencias pueden agotarse rápidamente si no se restablece la refinación a niveles operativos.
La dependencia de reservas plantea una presión creciente sobre las importaciones de derivados, algo caro y políticamente complicado, que constituye una transición temporal hasta que las refinerías se recuperen.
Para el 22 de julio se proyecta el inicio progresivo de operaciones de Esmeraldas, con vuelta gradual a una capacidad parcial de sus unidades. El cronograma apunta a restituir flujo refinador en próximas semanas, aunque no al 100 % de la capacidad.
Se prevé que la logística del SOTE y OCP se normalice poco a poco, una vez que la erosión del río sea contenida y se activen vías de bypass temporal. Sin esas conexiones, cualquier reinicio será limitado.
Mientras tanto, la producción en La Libertad y Shushufindi deberá mantenerse estable, utilizando las capacidades disponibles, y prepararse para absorber la carga que Esmeraldas recupere.
Ecuador ha intensificado sus compras de combustible —Diesel premium, naftas, Jet A1— con al menos 17 procesos de importación, acumulando 29.770 millones de barriles (sic) en combustible, lo que representa un aumento del 20,2 % respecto al año anterior.
También se importó propano y butano para mantener la oferta de GLP. Estas importaciones son caras y comprenden logística compleja, pero han sido la única alternativa viable mientras la refinación esté en niveles críticos.
Este esquema temporal evita una crisis de abastecimiento inmediata, pero genera presiones fiscales y dependencia externa, además de afectar costos logísticos comerciales.
La restricción en diésel presiona al transporte de carga y al transporte público, encareciendo bienes básicos. Las empresas de servicios de transporte urbano también enfrentan sobrecostos.
La falta de gasolina afecta a automovilistas privados y taxis, generando largas colas e incertidumbre, sobre todo en zonas rurales donde el surtido se realiza con menor frecuencia.
La caída en GLP presiona a hogares y microempresas que dependen de este insumo para cocinar o en pequeños emprendimientos, lo cual podría derivar en impactos sociales sensibles, especialmente en sectores vulnerables.
La capacidad ociosa en refinerías implica despidos o suspensiones en plantas por falta de trabajo. Esto repercute en proveedores, técnicos y fuentes secundarias como transporte y servicios.
La baja refinación también afecta inversiones en mantenimiento que quedan postergadas, generando riesgos de integridad estructural y operativa, prolongando el timeline de recuperación.
Por su parte, la incertidumbre desalienta planes de mejora u optimización, ralentiza acuerdos sectoriales y merma la confianza en la capacidad nacional de resiliencia.
El reinicio de Esmeraldas requerirá coordinación técnica para reparar los daños internos, reinyectar vapor, asegurar el sistema de control y obtener certificados de seguridad.
La gradualidad en la puesta en marcha permitirá conseguir operatividad sin arriesgar incidentes, garantizando que cada unidad reviva de forma segura y coordinada.
La estrategia ideal combina reparaciones rápidas con mantenimiento preventivo, aprovechando el plan de recuperación para fortalecer el sistema y prepararlo para futuras contingencias.
Más allá del corto plazo, la crisis revela la necesidad de modernizar y diversificar la capacidad nacional de refino. El proyecto Refinería del Pacífico, aunque tardío, debe avanzar para desconcentrar la producción de Esmeraldas.
La expansión de Petroindustrial y mejoras tecnológicas en Shushufindi y La Libertad pueden elevar resiliencia frente a cierres inesperados.
Por último, incorporar refinación modular y flexibilidad operativa permitirá que el país no dependa de un solo complejo y reduzca riesgo sistémico.
Ecuador vive una de las peores caídas en su historia de refinación, con mínimos en producción de diésel, gasolina y GLP. La situación pone en evidencia fragilidades logísticas, operativas e institucionales.
Restablecer la planta Esmeraldas y reactivar el transporte vía oleoducto son pasos urgentes para normalizar el sistema. Pero esta crisis debe impulsar una reflexión estratégica: modernización, diversificación y resiliencia operativa como eje de la soberanía energética.
Sin cambios significativos, el país continuará dependiendo de reservas e importaciones. Con ellos, puede aprovechar la oportunidad de confirmar su independencia y robustez energética con motores locales sólidos y distribuidos.