El 7 de julio, el Departamento del Tesoro de EE. UU. emitió la Licencia General 40D, que permite descargar gas licuado de petróleo (GLP) para PDVSA y entidades controladas, siempre y cuando la carga se haya embarcado antes o el mismo 7 de julio. La autorización es válida hasta el 5 de septiembre y representa una relajación temporal de las sanciones energéticas. Aunque permite alivio en el mercado doméstico venezolano, las importaciones no están garantizadas según fuentes oficiales. El impacto real dependerá de la capacidad de entrega y coordinación logística.
Fecha:Tuesday 22 Jul de 2025
Gestor:ESCUELA ESGEP
La Licencia General 40D permitida por el Departamento del Tesoro autoriza formalmente la descarga de cargamentos de GLP en Venezuela siempre que hayan sido embarcados no más tarde del 7 de julio. Esta excepción temporal forma parte de una política que prioriza el suministro de combustibles esenciales, como el gas para uso doméstico.
La licencia no permite nuevos embarques: solo beneficia a los buques que ya transportaban GLP hacia Venezuela al momento de su emisión. Cualquier carga posterior al 7 de julio queda fuera del alcance de esta autorización, incluso si llega a puerto venezolano durante el período vigente.
Aunque está vigente hasta el 5 de septiembre, no garantiza la llegada real de GLP a suelo venezolano. La autorización depende de que las plataformas logísticas –armadores, intermediarios, autoridades portuarias– operen sin contratiempos y no estén sujetas a otras restricciones regulatorias o técnicas.
La medida llega en un momento de estrechez energética en Venezuela, donde el GLP es crucial para millones de hogares. La licencia es parte de una política de sanciones condicionales, que busca balancear presión política con provisión de bienes esenciales para la población.
Esta licencia sucede a una serie de flexibilizaciones anteriores, incluyendo permisos limitados a Chevron o Citgo, orientadas a incentivar negociaciones políticas y algunos alivios bajo condiciones específicas. La 40D demuestra que EE. UU. puede adaptar su presión económica sin bloquear completamente el acceso a productos de primera necesidad.
Sin embargo, se trata de una medida puntual, no de un cambio permanente. La fecha límite del 5 de septiembre marca un punto de revisión que condiciona el futuro, según avances políticos, situación interna venezolana y objetivos de Washington.
PDVSA y entidades vinculadas son las únicas autorizadas a recibir el GLP bajo esta licencia. No incluye a importadores privados, empresas mixtas ni operaciones paralelas. El gobierno venezolano tendrá que gestionar la logística portuaria, el transporte interno y la distribución, sin margen para que privados amplíen sus reservas.
Los armadores de carga, con buques en tránsito o anclados desde antes del 7 de julio, deberán cumplir con condiciones específicas establecidas por la OFAC y aduanas estadounidenses. Documentación, trazabilidad y seguimiento serán esenciales para evitar violaciones a la normativa.
La cadena interna en Venezuela enfrenta otros cuellos de botella: la capacidad de descarga, almacenamiento, transporte por tuberías y distribución de GLP a zonas urbanas y rurales. Sin acciones coordinadas, la autorización puede quedar limitada a un ejercicio técnico sin verdadero efecto masivo.
La licencia expira el 5 de septiembre, y no hay indicios de que vaya a renovarse automáticamente. Su carácter temporal responde a las condiciones geopolíticas y a una evaluación intermedia de la política de sanciones.
Si para esa fecha no se han agilizado otros mecanismos o licencias adicionales, el flujo podría interrumpirse abruptamente, generando escasez editorial en zonas que ya sufren cortes. El impacto sería inmediato, especialmente entre las familias que dependen del GLP para cocinar y calentar.
La incertidumbre sobre una posible prórroga añade presión al gobierno venezolano, que buscará renegociar con EE. UU. una continuación de la licencia o alternativas. Las próximas semanas serán determinantes en la evaluación de esta flexibilidad.
La emisión de la Licencia 40D refleja una táctica selectiva en la estrategia de sanciones estadounidenses: presionar a Venezuela sin afectar gravemente el acceso a bienes básicos. El enfoque es típicamente condicional, ligado al comportamiento político del régimen.
Este tipo de licencia permite a EE. UU. mostrar apertura humanitaria frente a críticas, mientras mantiene otras restricciones severas sobre exportaciones petroleras, activos financieros y operaciones de PDVSA. La clave está en mantener presión institucional sin dañar a la población.
La continuación de esta política dependerá de factores como elecciones venezolanas, negociaciones de oposición-gobierno y decisiones de Washington sobre política latinoamericana. La próxima revisión antes del vencimiento será un hito clave.
Las autoridades venezolanas le dieron la bienvenida a la licencia, aunque advirtieron que las importaciones no pueden reactivarse de inmediato. Señalaron que hace falta liberar existencia de buques y regular trámites aduaneros y portuarios.
Sectores económicos vinculados esperan una mejora en la disponibilidad del GLP doméstico, que ha estado caracterizado por precios elevados y controles de mercado. Si la importación se concreta, podría normalizar oferta y precios en las próximas semanas.
Sin embargo, alertan que será necesario multiplicar esfuerzos en producción local, a través de refinación interna y reducción de pérdidas en la distribución. La licencia es un alivio parcial, no una solución estructural.
Que un buque con GLP llegue a aguas venezolanas no garantiza que pueda descargar. Deben estar disponibles grúas, tanques y personal especializado, todo en condiciones operativas adecuadas.
Incluso con todo dispuesto, pueden surgir demoras por burocracia, inspecciones o trabas administrativas. Estas demoras afectan tiempos de suministro y obligan a mantener inventarios mínimos.
También está la dependencia del mercado internacional. Si actores logísticos en el Caribe deciden abstenerse por miedo a violaciones, el flujo podría detenerse pese a la licencia. La confianza institucional es vital.
Hay dos caminos principal: que la licencia se renueve en condiciones similares, extendiendo alivio, o que expire sin novedades, lo que provocaría una nueva escasez de GLP. Ambos escenarios dependerán de negociaciones políticas entre Caracas y Washington.
Una renovación consolidaría la táctica de sanciones selectivas utíl en la diplomacia energética. Pero una suspensión abrupta oscurecería la esperanza de normalización del suministro en Venezuela.
En paralelo, el gobierno venezolano intensificará diálogo con productores y aliados —como Rusia, Irán o China— para aumentar producción local de gas o diversificar proveedores de GLP. Esto puede reducir dependencia externa a mediano plazo.
La Licencia General 40D representa una relajación estratégica de sanciones de EE. UU. al permitir la descarga de GLP cargado antes del 7 de julio, con vigencia hasta el 5 de septiembre. Si bien ofrece un alivio temporal para el mercado doméstico venezolano, su efectividad dependerá de procesos logísticos y decisiones políticas.
El desafío ahora es convertir esta excepción en un puente estable —si se renueva— o en un breve respiro si expira sin solución. Más allá del suministro de gas, la licencia refleja una visión más amplia de la política estadounidense en Venezuela: combinar presión con disponibilidad de apoyo en áreas sensibles.