Durante la tercera semana de abril de 2025, la estatal venezolana Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) sorprendió al sector energético internacional al revocar varios permisos de carga que habían sido otorgados a Chevron, una de las pocas compañías extranjeras autorizadas a operar dentro del marco de sanciones estadounidenses. La cancelación afectó de forma directa a varios buques petroleros listos para embarcar crudo desde puertos venezolanos con destino a refinerías en Estados Unidos, lo que generó disrupciones logísticas, tensiones diplomáticas y un nuevo punto de quiebre en la relación operativa entre las dos entidades.
Este hecho no solo afecta las operaciones de Chevron, sino que también pone de manifiesto la creciente incertidumbre en el mercado petrolero venezolano, en un contexto marcado por sanciones internacionales, vencimiento de licencias temporales y una búsqueda agresiva de mercados alternativos por parte del gobierno de Nicolás Maduro.
Chevron es una de las pocas compañías estadounidenses que ha mantenido una presencia continua en Venezuela durante los últimos 100 años, incluso después de las nacionalizaciones y la salida de otras empresas extranjeras a principios de los años 2000. A través de empresas mixtas con PDVSA, Chevron ha operado en importantes campos petroleros como Petroboscán y Petroindependencia, contribuyendo con tecnología, capital humano y capacidad logística.
Tras la imposición de sanciones económicas por parte de Estados Unidos en 2019, Chevron recibió licencias especiales por parte de la OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros) que le permitieron continuar operaciones bajo ciertas condiciones. Estas licencias, renovadas periódicamente, permitían a la compañía exportar crudo venezolano como parte de acuerdos de compensación de deuda y servicios operativos.
A mediados de abril de 2025, PDVSA notificó a Chevron la revocación inmediata de varios permisos de carga, previamente aprobados para transportar crudo venezolano. Esta medida se produjo semanas antes del 27 de mayo, fecha clave en la que expiran las licencias temporales de Estados Unidos que autorizan transacciones energéticas con Venezuela.
Como consecuencia de la cancelación, al menos seis buques tanque fletados por Chevron quedaron inactivos en puertos del Caribe o en tránsito, a la espera de nuevas instrucciones logísticas. Algunos cargamentos que ya se encontraban listos para su despacho en terminales venezolanos tuvieron que ser detenidos o redireccionados.
Las razones detrás de la decisión de PDVSA son múltiples y complejas:
Disputas sobre pagos y condiciones contractuales, en un entorno altamente restringido por sanciones financieras.
Presión política interna en Venezuela para reducir la dependencia de empresas estadounidenses.
Reorientación estratégica de PDVSA hacia mercados asiáticos y alianzas con países fuera del sistema de sanciones.
La cancelación de los permisos no solo representa una pérdida directa para Chevron en términos logísticos, sino que también afecta su estrategia de sostenimiento de activos en Venezuela, un país con una de las reservas de crudo más grandes del mundo.
Demoras costosas: cada día de inactividad de un buque representa miles de dólares en gastos operativos.
Riesgos reputacionales: ante clientes y socios que dependen de crudo pesado venezolano.
Revisión de estrategia regional: la incertidumbre podría llevar a Chevron a reevaluar la continuidad de sus inversiones en el país si las condiciones no mejoran tras mayo.
Además, la posibilidad de que las licencias de la OFAC no se renueven tras su vencimiento ha incrementado la tensión. Si esto sucede, Chevron estaría obligada a suspender toda actividad en Venezuela, lo cual representa un riesgo de pérdida de activos y contratos.
PDVSA, por su parte, enfrenta su propia encrucijada. Las sanciones internacionales han limitado severamente su acceso a financiamiento, tecnología y mercados. Ante el vencimiento de las licencias estadounidenses, la empresa ha optado por una estrategia de diversificación forzada, con el lanzamiento de nuevos crudos como el Blend 22, una mezcla de calidad media dirigida al mercado asiático.
Asimismo, PDVSA busca acuerdos con empresas como Maurel & Prom, Reliance (India) y empresas chinas, que ofrecen canales de exportación alternativos menos expuestos a sanciones. Esta decisión de cerrar progresivamente la puerta a Chevron refleja un intento por reconfigurar sus alianzas internacionales antes de perder acceso a mercados clave como Estados Unidos.
La comunidad energética internacional ha observado con atención estos eventos. Mientras algunos analistas ven en esta revocación de permisos una señal de ruptura definitiva entre Caracas y Washington, otros consideran que se trata de una estrategia negociadora previa al vencimiento de las licencias.
Desde Washington, no ha habido declaraciones oficiales, pero fuentes cercanas al Departamento del Tesoro indican que no está asegurada la renovación automática de las licencias de Chevron y otras empresas autorizadas a operar en Venezuela.
En América Latina, países como Brasil, Colombia y México han manifestado interés en cubrir parte del vacío que podría dejar el petróleo venezolano en ciertos mercados, aumentando la competencia regional.
Si no se logran acuerdos a corto plazo entre Estados Unidos, Chevron y el gobierno venezolano, el escenario que se perfila es el de un nuevo aislamiento energético para Venezuela, esta vez agravado por la salida de uno de los últimos actores occidentales con capacidad tecnológica y experiencia operativa comprobada.
Para Chevron, el reto será reubicar su flota, recuperar activos logísticos y diversificar fuentes de crudo para alimentar sus refinerías en el Golfo de México. Para PDVSA, será mantener o aumentar su producción sin acceso a socios estratégicos, lo que plantea riesgos técnicos y financieros de gran envergadura.
La revocación de los permisos de carga otorgados a Chevron en abril de 2025 es mucho más que un impasse logístico. Es un símbolo del deterioro de las relaciones operativas entre Venezuela y una de las pocas multinacionales que seguían apostando por el país. También representa un nuevo giro en el ajedrez geopolítico del petróleo, donde sanciones, licencias temporales y cambios estratégicos marcan el ritmo de una industria que opera al filo de la incertidumbre.
Mientras los buques esperan nuevos destinos en altamar, las decisiones que se tomen en las próximas semanas podrían definir no solo el futuro de Chevron en Venezuela, sino también el lugar de PDVSA en el nuevo orden energético internacional.