La compañía estadounidense Halliburton, líder global en servicios para yacimientos petroleros, ha reportado en su informe trimestral una desaceleración en su desempeño operativo, atribuyendo parte importante de esta situación a los desafíos crecientes que enfrenta en el mercado energético mexicano. Esta coyuntura ha encendido las alarmas en el sector, debido al peso estratégico que representa México dentro del portafolio de operaciones latinoamericanas de la firma.
El panorama actual refleja cómo la combinación de factores estructurales —caída de producción, crisis financiera de Pemex, incertidumbre fiscal, y menor estabilidad regulatoria— ha empezado a erosionar la rentabilidad y viabilidad operativa de empresas de servicios como Halliburton, tradicionalmente integradas en el desarrollo energético mexicano.
Durante las últimas dos décadas, México ha sido una plaza de importancia clave para Halliburton, tanto por su posición geográfica como por el tamaño de su industria de hidrocarburos. La apertura energética impulsada entre 2013 y 2018 creó una ola de inversiones en la que compañías como Halliburton, Schlumberger, Weatherford y otras multinacionales fortalecieron su presencia en el país.
Sin embargo, en los últimos años, el entorno se ha tornado complejo. La reversión parcial de la reforma energética, combinada con una mayor centralización de actividades en manos del Estado, ha provocado una menor participación del sector privado. Esta tendencia ha generado rezagos en mantenimiento, desarrollo de campos y ejecución de servicios, afectando directamente a las contratistas.
Halliburton, que presta servicios de perforación, control de pozos, cementación, fracturamiento hidráulico y evaluación de formaciones, ha comenzado a reducir sus operaciones en regiones como Veracruz, Tabasco y Campeche, debido a los recortes en inversión y cancelación de contratos.
Uno de los detonantes principales ha sido la continua baja en la producción de crudo de Petróleos Mexicanos (Pemex). En su más reciente revisión, la Secretaría de Energía redujo la meta de producción de 1.891 millones de barriles diarios a 1.762 millones para el cierre de 2025. Esta caída representa una disminución de más de 129 mil barriles por día frente a la meta anterior.
Para empresas como Halliburton, esta reducción no solo implica menos trabajo, sino también menos ingresos y mayor competencia por contratos cada vez más escasos. Además, la estatal ha presentado serios problemas de liquidez, acumulando deudas con contratistas y proveedores que superan el billón de pesos mexicanos. Halliburton es uno de los afectados por los pagos demorados, lo que ha afectado sus flujos de caja y la programación de sus operaciones en territorio mexicano.
Voceros de Halliburton han señalado que uno de los mayores retos actuales es la "falta de previsibilidad en los contratos". Muchos de los acuerdos establecidos con Pemex no solo han enfrentado retrasos administrativos, sino también suspensiones parciales por ajustes presupuestarios o cambios estratégicos del gobierno mexicano en su modelo de desarrollo energético.
La empresa ha comenzado a reestructurar parte de su operación local, cerrando oficinas en zonas no prioritarias, reorganizando personal, y redireccionando recursos hacia mercados con mayor estabilidad regulatoria y retorno comercial.
A esto se suma el nuevo frente arancelario. En marzo y abril de 2025, Estados Unidos impuso aranceles del 25% a algunos productos energéticos y componentes técnicos provenientes de México. Si bien esta medida no afecta directamente a todos los servicios de Halliburton, sí impacta el movimiento de insumos, partes y equipos especializados utilizados en perforación y servicios técnicos.
Además, la posibilidad de nuevos impuestos al capital extranjero y la falta de una política energética clara para operadores internacionales han sembrado dudas en la comunidad inversora. Halliburton ha expresado preocupación por la ausencia de reglas claras y la volatilidad política que rodea las decisiones energéticas en el país.
Como respuesta a este entorno, Halliburton está redireccionando parte de sus inversiones hacia otras regiones. Brasil se presenta como un nuevo polo de atracción gracias a su estabilidad regulatoria y nuevas licitaciones offshore. Asimismo, países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Qatar han sido señalados como mercados prioritarios para expandir operaciones de servicios avanzados.
En Estados Unidos, Halliburton ha retomado fuerza en la cuenca del Pérmico, donde la demanda de servicios de fractura y producción sigue activa, y con márgenes operativos más atractivos frente al deteriorado entorno mexicano.
A pesar de todo, Halliburton no ha cerrado completamente la puerta a México. La firma mantiene activos importantes, personal calificado y contratos vigentes, aunque bajo vigilancia. Algunos analistas consideran que, si el entorno mejora en el segundo semestre del año —con nuevas licitaciones o ajustes en la política energética—, la compañía podría retomar ritmo.
Por ahora, sin embargo, el mensaje es claro: México ha dejado de ser uno de los mercados más atractivos para la empresa, y el entorno de incertidumbre, deuda y caída de producción está pasando factura no solo a Pemex, sino a todo su ecosistema de proveedores.
El caso de Halliburton es un reflejo del estado actual del sector energético mexicano: una industria con gran potencial, pero inmersa en una etapa de reacomodo, incertidumbre y menor inversión privada. Para revertir esta situación, se requerirá no solo mayor claridad en las políticas públicas, sino también condiciones de pago más sólidas, respeto a los contratos y apertura a la innovación técnica.
Mientras tanto, las empresas de servicios como Halliburton seguirán evaluando su permanencia en el país, sopesando riesgos frente a oportunidades, en una industria que, aunque estratégica, hoy transita por una de sus etapas más complejas de las últimas dos décadas.